Siempre ha habido autores que han sido señalados por escandalizar al gran público con sus obras, ya sea en la literatura, en la pintura, en el cine o en la música. De hecho, para muchos grandes genios, el arte debe buscar siempre transgredir, ir más allá, provocar una emoción intensa en aquellas personas que lo tienen delante. Lo demás es sencillamente complacencia o limitarse a una estructura ya marcada por el mercado. Para que el arte evolucione y llegue más lejos hace falta la valentía de romper las cadenas e ir más allá de lo establecido. Por eso es tan interesante comprobar cómo los mayores genios han sido siempre marginados en un inicio, hasta que su talento se ha hecho tan evidente que era imposible no verlo. Algunos, como Poe, murieron en la miseria sin haberse visto reconocidos por sus obras, algo que solo sucedería después de su marcha. Por fortuna, hoy por hoy las cosas han cambiado, y podemos darle el mérito a quien lo tiene todavía en vida.

El caso de Valerie Tasso es curioso porque ella misma no se considera una gran autora, ni mucho menos un genio. Sin embargo, sí hay que aplaudir el valor que esta joven francesa ha tenido siempre, a la hora de exponer su historia, su experiencia, para abrir el camino a muchas más. No es fácil hablar de ninfomanía en nuestros tiempos, a pesar de que vivimos en la sociedad más sexualizada de la historia. No es sencillo mostrarse como una mujer fuerte e independiente en lo sexual sin ser tachada de cosas que no eres. El peso de ser juzgada por el resto del mundo siempre va a estar ahí, pero hay que tener mucha seguridad para mostrarte tal y como eres. Tasso se ha convertido en una auténtica autora best seller gracias a esa verdad que transmite en sus libros, verdadera literatura erótica que está muy por encima de lo habitual en cuanto a calidad. Y es que, cuando has vivido todo lo que cuentas, resulta mucho más sencillo compartirlo con los demás de una manera real y veraz.

¿De dónde nace la inspiración en el arte? ¿Cómo podemos concebir esa idea que nos inunda y que luego plasmaremos en una canción, en un poema, en un cuadro? Durante siglos, muchos autores han intentado desentrañar los misterios de la inspiración, sin lograr llegar a un punto realmente concreto. Tal vez eso la haga aún más fascinante, al fin y al cabo, porque hay que entender que no necesitamos saber todo de ella para aprovecharla. La inspiración suele llegar en aquellas personas que tienen una especial sensibilidad, pero si no son capaces de canalizar todo ese potencial, se queda tan solo en una chispa que no prende. Y en muchas ocasiones, esa inspiración también está relacionada con ciertos problemas y trastornos mentales, como si fuera una muestra más de una imaginación demasiado desarrollada. No son pocos los casos de artistas que han tenido problemas de este tipo, y es que muchos psicólogos piensan que solo las personas con mentes más maleables pueden sacar todo ese potencial.

No hay que relacionar forzosamente creatividad con inestabilidad mental, pero a nadie se le escapa que muchos grandes artistas son personas que se salen de lo habitual. Y no solo por su genio, sino también por su forma de ser, por la manera en la que enfocan la realidad, por la intensidad con la que la plasman en sus obras. Cuesta creer que el cerebro de Mozart o Picasso sea exactamente el mismo que el de una persona que no ha tocado un instrumento en la vida. Hay algo especial en ellos, en esos genios que utilizan todo su potencial para crear, pero también puede ser un punto de desestabilización absolutamente decisivo. Sobre todo cuando se descubre ese talento ya en edades bien avanzadas, porque uno no se ha expuesto a este tipo de creaciones. Es el caso de Aurora Cursino, una pintora brasileña que comenzó a dibujar cuando estaba en una terapia psiquiátrica, interna y diagnosticada con esquizofrenia paranoide. La vida de Cursino fue absolutamente devastadora, pero su figura ha podido recuperarse, décadas más tarde, para darle el lugar que le corresponde en la vida artística carioca. Esta es su fascinante historia.  

Para muchos, la pintura es sencillamente un hobby con el que pueden relajarse y disfrutar de un rato de distensión, olvidándose de todos los problemas del mundo exterior. Coger el pincel, el lápiz o incluso la tableta digital, y dar rienda suelta a su creatividad, es lo que le llena y hace felices. Solo como una forma de pasar el rato y liberarse del estrés. Sin embargo, hay gente que sueña con dedicarse plenamente a la pintura, y se esfuerza por conseguir cada vez mejores resultados cuando está pintando o dibujando. El sector del arte no es precisamente estable y muchos terminan tirando la toalla y accediendo a trabajos más “normales”, pero también mucho más aburridos. El talento es imprescindible para convertirnos en buenos pintores pero por encima de todo, la perseverancia es lo que nos permitirá llegar lejos. Y sí, se puede vivir del arte, aunque sea complicado, siempre que sepamos encaminar nuestros pasos.

La preparación de un artista lleva años, seguramente décadas, desde el momento en el que decide que quiere crear arte con sus manos. Es un aprendizaje que, de hecho, nunca termina realmente. Siempre hay nuevas formas de expresarse, nuevos retos a los que enfrentarse a la hora de dibujar. Cuando esto se convierte en un trabajo, en muchas ocasiones también debes estar pegado a los encargos que te hacen, que son los que pagan las facturas. Tal vez no puedas dibujar siempre lo que te apetece, pero eso no significa que dedicarte a esto no sea una auténtica maravilla. Pasarás por diferentes etapas y tendrás que adaptarte una y mil veces a otros estilos, a otras situaciones. Desde dibujar los típicos bodegones que todo alumno hace al principio hasta dominar el arte del retrato, o el desnudo artístico. Esta última alternativa es una de las más sonadas y especiales porque a todo el mundo le llama la atención ver un cuerpo desnudo, aunque sea dibujado. Como en la mítica escena de Titanic donde Rose posa para Jack, la mayoría de cuadros de este estilo se crean con modelos reales posando frente al pintor, sin nada de ropa encima.

La vida da muchas vueltas, y lo que antes era considerado algo casi marginal, de inadaptados, ahora se ha convertido en una base para la cultura popular. Los cómics son un arte que lleva ya décadas con nosotros, y que muchos limitan, erróneamente, a las historias de superhéroes. Será por el gran éxito que este género ha tenido dentro de la disciplina, o sencillamente por la popularidad que estas historietas acaban logrando. Hay mucho cómic más allá de los superhéroes, y en las últimas décadas hemos podido comprobarlo. Historias profundas y llenas de personas complejos, oscuras y para todos los gustos. Pero los reyes en esto de vender grapas y tomos ilustrados siguen siendo Marvel. La Casa de las Ideas mantiene una fiera pelea con DC Comics desde hace décadas, y no es que fuera ganándola precisamente hasta hace poco. Han sido las adaptaciones cinematográficas las que han terminado por decantar la balanza a favor de la marca de Stan Lee.

El mundo de los cómics está volviendo a reverdecer gracias a que sus personajes han vuelto a estar en primera línea de la cultura popular. Los héroes clásicos, como Batman, Spiderman, Superman y demás, siempre han encontrado su sitio y son valores muy seguros. Sin embargo, Marvel contaba con montones de licencias que anteriormente había vendido a otras productoras, para crear franquicias en la gran pantalla. A principios de siglo, las cosas iban bastante con Spiderman y X-Men demostrando que el cine de superhéroes seguía vivo desde Marvel. Años después, El Increíble Hulk daría comienzo a lo que hoy se conoce como Universo Cinematográfico Marvel, o UCM, un batiburrillo de películas, y ahora también series de televisión. Ni los más avispados podían imaginar lo que Marvel lograría gracias a aquellas producciones, porque una década más tarde, la productora estaba ganando miles de millones. Sus películas arrasaban en taquilla, de la mano de Disney, y los cómics empezaban a venderse como churros de nuevo, incluso en personajes que no eran ni remotamente populares antes de llegar a las pantallas. Marvel lleva décadas en esto y tiene personajes para todos los gustos, algunos más buenistas y otros… algo menos encajables en la fórmula Disney.

Desde que el cine comenzó a desarrollarse como una nueva forma de arte y entretenimiento, la figura de la prostituta ha estado presente en muchas películas y cortos. Puede parecer algo extraño, teniendo en cuenta que el trabajo de acompañante sexual siempre ha sido mal visto por la mayoría de la sociedad. Sin embargo, su importancia y su reflejo en el séptimo arte han ayudado, de hecho, a darle una mayor magnitud al trabajo de prostituta, aunque no de una manera siempre sana. Primero la convertían en víctima, recuperando los pensamientos de finales del siglo XIX, con los asesinatos de Jack el Destripador como principal referencia. Más tarde, la prostituta se convertía en una mujer libre, que podía permitirse el lujo de hacer con su cuerpo lo que quisiera y utilizaba, de hecho, el sexo como forma de vida y liberación.

La transgresión que se ha llevado a cabo en el cine de los últimos años con respecto al papel de la prostituta en el mismo no es nueva. De hecho, en la mayoría de ocasiones se sigue representando a estas mujeres como humildes, poco formadas y rodeadas de un ambiente tóxico que prácticamente las empuja a este negocio, quieran o no. Hay todo tipo de ejemplos en los que podemos encontrar esa imagen, que sin duda es realista, pero que no abarca por completo a las muchas mujeres que trabajan en la prostitución. En otros casos, como la famosísima Pretty Woman, el trabajo de acompañante se romantiza hasta el punto de convertir a la puta en una aspirante a princesa, por obra y gracia de un hombre con mucho dinero. Todos esos ejemplos, y muchos más, están incluidos en el interesantísimo libro Putas de Película: Cien años de prostitución en el cine, editado en 2012 por Luces de Galibo dentro de su colección dedicada al séptimo arte. Este ensayo, único en nuestro idioma, desvela los secretos del rol que las prostitutas han tenido en la gran pantalla a lo largo de estos cien años.

El arte siempre ha encontrado muchas formas de salir a la luz, de mostrar las emociones y los sentimientos de los creadores, a través de sus historias. A veces tan sencillas como un solo cuadro, un fotograma o una escultura que nos deja sin palabras por su belleza y su imponente acabado. En otras ocasiones, a través de miles y miles de palabras que van conformando una historia intensa, densa y compleja a través de los diferentes capítulos de un libro. Artes ha habido y habrá muchísimas, desde la arquitectura, una de las más importantes en la antigüedad, hasta el videojuego. Aunque muchos no consideren a este último como un arte, lo cierto es que es una nueva forma de expresión y de contar historias. La tecnología sigue avanzando, evolucionando, y nos hace profundizar en nuevos medios para las mismas historias de siempre. Sin embargo, cada arte en particular tiene su propia visión de las cosas, y eso es lo interesante.

Una de las artes de más reciente cuño es el cómic, la mezcla perfecta entre el dibujo y la narración. El cómic como tal apenas tiene un siglo, pero ya ha demostrado ser un arte con mayúsculas, y no solo para adolescentes y jóvenes, como se pensaba hasta hace no tanto. Las historietas que encontramos en estás viñetas también han ido avanzando y evolucionando, no tanto por la tecnología sino por la propia sociedad. Es una de las formas de cultura más apegadas a la realidad, a pesar de que muchos de estos cómics tengan como protagonistas a superhéroes, seres de otras dimensiones o entes con poderes. La evolución de este tipo de historietas nos permite rastrear de una manera perfecta la de la propia sociedad que las acoge. Con sus peculiaridades en cada uno de los territorios donde se crean, desde el cómic europeo al americano, pasando por el manga japonés, este arte se está consolidando cada vez más gracias a la ayuda de otro gran medio como es el cine. Pero la historia del cómic es mucho más antigua…

Si has nacido en los 80 o en los 90 en España seguro que más de una vez habrás escuchado eso de “Con Mucha Marcha” en la televisión. Recuerdos de tardes de grandes merendolas, terminando los deberes frente al televisor, donde una chica rubia y risueña parecía estar llena de energía y la quería compartir con todos nosotros. Era Leticia Sabater, icono de la infancia de muchos millenials que hoy en día ya son padres, tienen trabajos respetables o sencillamente, han intentado sobrevivir como han podido en una sociedad que les prometía el oro y el moro y al final les ha fallado en casi todo. La propia Leticia Sabater podría ser un ejemplo perfecto de cómo la ilusión de los 90 se ha esfumado con el nuevo milenio, y todas aquellas promesas han quedado en nada, casi como su propia carrera mediática.

La literatura victoriana, desarrollada a finales del siglo XIX en Reino Unido, dejó destacados ejemplos de obras que hoy en día, más de un siglo después, siguen siendo inmortales. Géneros que nacían, como la ciencia ficción de la mano de H.G. Wells y su Máquina del Tiempo o La Guerra de los Mundos, y otros que se empezaban a desarrollar mucho más, como el terror sobrenatural, con obras como Drácula de Bram Stoker. La sombra de Charles Dickens también era muy alargada den esa etapa del país, pero aun así lograban aparecer nuevos literatos con ideas revolucionarias que cambiarían por completo la forma de entender la literatura. Desde la hornada femenina con Jane Austen o las hermanas Bromte hasta el ínclito Oscar Wilde, el verso suelto de su generación, un autor contestatario y antisistema por naturaleza, adicto a todo tipo de sustancias, que también supo crear algunas de las mejores obras de su generación.

Wilde es bien conocido por algunas obras de teatro, como Salomé o La Importancia de Llamarse Ernesto, una de las que mayor popularidad cosechó. También destacó como poeta, a lo largo de numerosas colecciones de poemas escritas a lo largo de su vida, que desde luego no fue fácil. Vivió como un hedonista hasta que fue encarcelado, acusado de ser homosexual. Tras salir de la cárcel se marchó a Francia, donde siguió escribiendo y murió, a los 46 años, en la más completa pobreza, como un indigente. Wilde solo escribió una novela en toda su vida, El Retrato de Dorian Gray, una obra que también le ha permitido ser inmortal, ya que su éxito, años después de su muerte, ha sido espectacular. Se trata de un relato peculiar, una versión victoriana del pacto fáustico, en la que Wilde nos habla de la belleza, la hipocresía de la sociedad y la parte oscura del ser humano.  

La industria del videojuego sigue creciendo y ofreciéndonos una alternativa de entretenimiento como nunca antes se había visto en la cultura de este planeta. Muchos son los que prefieren hoy por hoy jugar a la consola antes que ponerse a leer o a ver series y películas. No vamos a decir que una cosa sea más recomendable que la otra, pero es cierto que el nivel de inmersión que se consigue a través de un videojuegos es complicado de lograr en los otros medios culturales. Tal vez por eso, por ese ansia de vivir aventuras convertidos en protagonistas de las historias más alucinantes, es por lo que hoy por hoy, los videojuegos se han convertido en la mayor industria cultural del planeta, sobrepasando con mucho a las demás a nivel de ganancias.

Cada año aparecen nuevos lanzamientos que están en boca de todos. Los grandes estudios preparan sus AAA, juegos de mucha calidad y presupuesto, que superan ya en muchos casos los de las increíbles superproducciones de Hollywood. En 2019 tuvimos la vuelta de Hideo Kojima a través de Death Stranding, un juego que dio mucho que hablar, y para 2020 se espera el lanzamiento de otro juego que está llamado a impactar por su historia, su mecánica y su ambientación. Hablamos de Ghost of Tsushima, del estudio Sucker Punch, una aventura ambientada en el periodo Edo japonés, en  la que nos metemos en la piel de un samurái muy especial que debe salvar a su pueblo convirtiéndose en El Fantasma.

Si hay un escritor conocido a nivel mundial que puede presumir de seguir estando en plena forma y entregarnos una novela todos los años, ese es Stephen King. Un señor que lleva ya casi cincuenta años en la brecha, que ha logrado vender más de 350 millones de ejemplares de sus novelas y que está considerado unánimemente como un maestro del terror, aunque también ha tenido incursiones en otros géneros como la fantasía, la ciencia ficción, el drama o incluso la novela romántica. Los críticos le rechazan por su estilo demasiado comercial y presuntamente poco literario, pero los fans le aclaman y esperan ansiosos la salida de sus nuevos libros, que siempre acaban entre los más vendidos del año, consolidándole como un autor importantísimo en estas últimas décadas.

King ha visto como desde los años 80 para acá muchas de sus historias, relatos y novelas se han trasladado a la gran pantalla, convirtiéndose en éxitos mundiales tan grandes como Misery, It, La Milla Verde o El Resplandor. En los últimos años prácticamente cada novela suya ha sido adaptada a cine o televisión, y actualmente hay varios proyectos sobre la mesa que harán que se hable mucho de King en 2021. El éxito que tiene contrasta todavía con la poca atención que recibe dentro del mundo literario academicista, que parece huir de él en busca de otros autores más “convencionales”. Todo el mundo pide un nobel para Murakami, pero nadie parece pedirlo para King, cuando su trayectoria le haría merecedor del premio sin lugar a dudas. Él se lo toma bien, y entre tanta novela y relato incluso tuvo tiempo para crear una autobiografía algo extraña,Mientras Escribo, en la que mezclaba su propia vida con consejos para escritores. Aquí te dejamos algunos de los más interesantes.