Fecha de publicación: 30 octubre, 2018 - Autor: Simon
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¿Por qué la obra de Marina Ruiz Fernández ha sido todo un triunfo entre los más pequeños de la casa? Desde siempre los niños han disfrutado muchísimo jugando y moldeando con plastilina, y es gracias a este libro titulado Manualidades con Plastilina que han logrado combinar la diversión y el aprendizaje a través de los ejercicios más estimulantes.

La plastilina es un regalo con el que es imposible equivocarse. Los deditos de los niños manipulan una sustancia blanda y de textura agradable. Sobre la mesa colocan unas barritas de múltiples colores que se estiran, se doblan y se parten con facilidad, que se adaptan a las manos grandes y las pequeñas y que de ellas salen círculos y triángulos, pelotas y dados, animales y chuches de pega.

La plastilina es colaborador fiel que no falta en las escuelas y un entretenimiento sano que adoran las madres.
Pero, la margen de sus evidentes prestaciones pedagógicas y lúdicas, jugar con plastilina aporta a los niños muchos beneficios que se extienden desde la adquisición de destreza en las manos a estimular su creatividad y expresión artística, hasta una forma sencilla de diferenciar los colores y las proporciones de las cosas.

Potencia la creatividad

Cuando el niño aprende que con plastilina puede “dibujar” en tres dimensiones muchas de las cosas que le sugiere su imaginación, está desarrollando de forma muy poderosa su creatividad.

Empezará por elaborar objetos sencillos como círculos o pelotas, para poco a poco comenzar a elaborar figuras más sofisticadas y a contar historias a través de las formas que obtiene al manipular la plastilina.

Figuras de navidad o muñecos de nieve, personajes de animación, animales y juguetes, todos estos modelos son susceptibles de ser recreados a escala en una réplica en plastilina.
Comenzando con trabajos sencillos, el niño logrará poco a poco mejorar su técnica y lograr réplicas de otros objetos.

Estimula la motricidad fina

La motricidad fina es la coordinación de ciertos movimientos musculares que se produce en partes del cuerpo como las manos. Es lo que se llama la destreza manual y su ejecución está controlada por el sistema nervioso.

Se ha establecido que una de las causas por los que los niños que presentan dificultades en el aprendizaje de la lectoescritura se asocian a que, siendo bebés, no recibieron una adecuada estimulación de la motricidad fina desde su primer mes de vida.

Cuando los niños, mientras juegan con la plastilina, ejercen presión sobre su masa o moldean para obtener distintas formas, van adquiriendo destreza manual al mismo tiempo que ganan en fuerza sus manos y dedos.

Por lo tanto, una mano entrenada con plastilina está mejor preparada para desenvolverse con la escritura.

Aumenta la autoestima de quien la usa

Un niño que logra obtener de una masa sin forma la figura de un caballito o el aspecto de Bob Esponja es un pequeño que se siente feliz porque ha realizado una proeza. Estos pequeños triunfos de plastilina le harán sentirse mejor consigo mismo y estar más seguros de ellos y de sus capacidades.

Es importante que los padres valoren correctamente estos logros, feliciten a sus hijos y los animen a seguir trabajando en ello.

Además de la autoestima, el juego de extraer distintas formas de las barritas de plastilina tiene un efecto terapia que logra que los niños estén más relajados, fortaleza su capacidad de concentración y explora sus posibilidades artísticas.

Ideal para aprender los colores y cómo distinguirlos

Unas de las herramientas más eficaces que cuentan los profesores de educación infantil para que los niños más pequeños aprendan a distinguir los distintos colores, es a través de la plastilina, y sus posibilidades para amasar, reblandecer, cortar y volver a unir trozos de este material.

Facilita la expresión emocional

Al igual que el ajedrez, también jugar con plastilina favorece en los niños su capacidad para concentrarse. Un niño que se entretiene y se divierte modelando barquitos o animalitos de plastilina permanecerá largo rato ocupado y pendiente solo de lo que tiene entre manos.

La relajación que lleva aparejada a esta actividad es particularmente recomendada en niños muy inquietos o presenten síntomas de hiperactividad.
En definitiva, como terapia de juego, utilizar la plastilina es un excelente método para lograr reducir la ansiedad, el estrés y la tensión en niños que son propensos a ello.

Desarrolla su personalidad

Cualquier expresión artística es una forma de canalizar los gustos y las inclinaciones personales de la persona que la ejercita.
A igual que la música a edades tempranas, jugar con plastilina puede descubrir el talento y la creatividad de los niños para recrear a escala modelos de dimensiones superiores y darle su visión del objeto, animal o personaje que están viendo.

Es una forma incipiente de saber conocer el gusto y la personalidad del niño, y su forma de ver y recrear el mundo de las cosas.
Los padres pueden iniciar a los niños en el maravilloso mundo de la plastilina a edades muy tempranas, incluso a partir de los doce meses de edad.

A causa de la tendencia natural de los más pequeños de llevarse cualquier cosa a la boca, quizás no sea recomendable que empiecen antes de esa edad utilizando la plastilina que se comercializa en papelerías y centros comerciales.

La solución ideal en este caso es elaborar nosotros mismos plastilina casera. Esta solución tiene la ventaja de que es más blanda y menos tóxica, ya que su preparación requiere de ingredientes que son todos comestibles, tales como el agua o la harina.

Plastilina con harina de avena

Para obtenerla, amasa una parte de agua, otra de harina de trigo y otras dos partes de harina de avena.

Trabaja la mezcla hasta que obtengas una pasta suave. Con esto obtendremos una plastilina muy similar a la tradicional, pero evitamos estar preocupados de que nuestros hijos acaben llevándosela a la boca e ingiriendo algo que es tóxico para ellos.

Plastilina de sal

Para elaborarla necesitarás un vaso de sal, medio vario de harina y uno entero de agua.

Mezcla y revuelve bien todos los ingredientes y cocínalos a fuego medio. Una vez que la pasta adquiere ese punto de espesor necesario, deja que se enfríe un poco, luego agrega harina poco a poco hasta lograr una masa de plastilina que pueda moldearse.

Conserva esta plastilina de sal almacenándola en un bote cubierto.

Plastilina con glicerina

Esta variante de glicerina requiere que se haga con un vaso de sal, otro de agua fría, una cucharada grande de glicerina y tres vasos de harina de trigo.
Mezcla todos los ingredientes anteriores hasta que la masa adquiera una consistencia elástica, si hace falta, incorporándole un poco de agua cada vez hasta que lo consigas.

Para endurecer esta masa de glicerina y que tenga la textura y la densidad de la plastilina, endurécela en un horno precalentado a 150 grados y luego deja que se seque en el horno durante una hora y media.